Desde siempre he necesitado el encuentro humano.

Desde que nací, mi primer trauma.

¡Siempre lo he necesitado y lo necesito!

¡Siempre lo he buscado y lo busco!

Creo firmemente en la condición humana

y en la búsqueda de la sanación y desarrollo

a través del encuentro humano.

Los mares de la vida, todos ellos viejos como la existencia humana

y tan nuevos y sorprendentes como la primera flor de primavera.

Alegrías, tristezas, dolores y placeres, rencores y celebraciones,

duelos y despedidas, nacimientos y muertes,

viejas heridas y nuevos cansancios,

viejas inocencias y nuevas frustraciones,…

Suben y bajan, vienen y van.

Todas ellas olas de nuestros mares de cada día.

¡Seré tu lucero!

A veces lejos y chiquitito.

Otras veces me sentirás muy grande y cerca.

¡Siempre en tierra!

Y desde aquí quiero verte surcar tus mares de cada día.

¡Timonel!, ¡y siempre capitán!

¡Timonel!, ¡y siempre capitana!

Y recuerda, que yo siempre te estaré esperando,

y que me ilusiona poder acompañarte

con un poquito de luz cuando quieras, lo necesites o me busques.

Testigo fiel.

Una pequeña o gran compañía,

cuando navegues allá por donde alcancen mis rayos de luz.

Y te lo recordaré en cada destello:

Que tú, y solamente tú, eres el/la que guía el barco de tu propia vida por los mares que te toque surcar hasta el fin de tus días.

¡Te espero capitán!

¡Te espero capitana!

 

Unai Totorika