Ecos de la Práctica Meditativa
Sobre la Respiración
“Atender a la respiración, hasta ser la respiración”
La respiración, y con ella el modo en que la efectuamos, representa en un sentido profundo, nuestra forma de relacionarnos con la vida. Así, cada respiración implica una bienvenida y una despedida, un expandirse y un contraerse, un llenarse y un vaciarse, y precisamente, en eso consiste el vivir, en un continuo acto de recibir y dar. Nuestra existencia como seres individuales comenzó con una primera inhalación cuando el proceso del parto nos desalojó del vientre de nuestra madre. Entonces nuestros pulmones fueron “inspirados” por el poder del cosmos y así, se nos dio la fuerza de vida para existir independientemente. Y comenzó este proceso de intercambio continuo entre nosotros y el universo. Más adelante, en algún momento, nuestro último paso, nuestro último gesto como seres individuales constituirá un acto de dar, de darnos a través de una exhalación postrera que nos devolverá a un estado de indiferenciación…
De este modo, esta forma de mirar nos enseña que, en esencia, vivir es un incesante acto de despedirse, de desprenderse, y que por lo tanto, no hay nada ni nadie que podamos retener. Que todo lo que es, es un proceso, un flujo, un tren en marcha… y vivimos sabiamente cuando nos atrevemos a subir a ese tren y viajamos sin pretender interrumpir su curso y cuando comprendemos que para llegar a la próxima estación tenemos que dejar atrás la anterior…
Somos viajeros, aventureros del tiempo presente y, cuando nos subimos en el tren de nuestra respiración, que sucede momento a momento, habitamos en el amanecer de la eternidad…
Por Óscar López Caballero