El segundo momento de la Espiral del Trabajo que reconecta es honrar nuestro dolor por el mundo. Nos pasa a menudo. Sabemos que si miramos o mencionamos una realidad dura, nos va a doler. Preferimos no hacerlo y decirnos, “no me afecta”, “no me toca a mí hacer nada”, “no quiero llamar la atención”, “no sé qué hacer con esto”, “no sirve de nada lo que pueda hacer”, etc. Frente a esto, la propuesta que se nos hace es, en vez de temer a nuestro dolor, aprender a extraer fuerza de él.
El dolor por el mundo es normal, saludable y generalizado. A veces pecamos por querer convertirlo en algo neurótico, utilizado para huir de cuestiones más personales. Sin embargo, el dolor por el mundo, que abarca sentimientos como la indignación, la alarma, la aflicción, la culpa, el miedo y la desesperanza, es una respuesta sana que nos ayuda en nuestra supervivencia.
Expresar en grupo, dejar salir estas emociones, ayuda a convertir el dolor en energía para el cambio e impide que nos quedemos entrampados en ellas. Nos da fuerza ir con el mismo sentido de flujo, no en contra, del curso de nuestras reacciones más profundas a lo que sucede en nuestro mundo.
Una revelación importante es que al experimentar dolor, es mundo siente a través de nosotros. “Necesitamos escuchar dentro de nosotros los sonidos de la Tierra que llora”, decía Thich Nhat Hanh. Si nos entendemos como completamente interconectados con otros seres y con el planeta, nuestro dolor por el mundo surge de nuestra “interexistencia” con toda la vida.
De cara a honrar nuestro dolor, se proponen varias prácticas. Una de ellas está basada en la meditación tonglen que explicamos hace unos días en un post en redes. Se trataría de inspirar el dolor del mundo y expirar compasión y amor.
Otra práctica que suscita el diálogo y el compartir es que vayamos completando frases abiertas, del tipo “cuando imagino el mundo de dejaremos a nuestros hijos me parece…”, “uno de mis peores temores acerca del futuro es…”, “lo que siento sobre esto es…”, “mi forma de evitar esos sentimientos es…”, “para canalizar estas emociones puedo…”, etc.
También se nos invita a ritualizar nuestro dolor con una pequeña ceremonia de duelo. Con la pregunta “¿qué se está perdiendo en este mundo por lo que te dueles?” en el corazón, buscamos en la naturaleza algún objeto que lo represente, y lo depositamos en un lugar especial, o hacemos un pequeño altar. Con esto indicamos que nos hemos dado cuenta y que nos importa.
Miguel GM