Llegamos a la última etapa de la Espiral del Trabajo que Reconecta. A su vez, es la puerta a entrar de nuevo en el ciclo. Fijémonos en la imagen de una espiral. En ella vamos pasando por los mismos lugares, aunque cada vez profundizando un poco más. Añadiendo hondura. Y experimentando los pasos de manera diferente.

En este paso, nos ponemos en camino. Y para ello lo primero es dotarnos de una visión inspiradora y compartida, que nos dé dirección. ¿Hacia dónde queremos ir? Un obstáculo que aparece muchas veces es que nuestra imaginación está aprisionada y un pragmatismo de corto vuelo bloquea nuestros sueños. Aquello que Paulo Freire denominó “inéditos viables”. Por eso, primero dejemos que lo inédito fluya, para después ponerle ruedas de viabilidad. La imaginación y las visualizaciones son poderosas herramientas para forjar una visión. Podemos hacer espacio a la imaginación visualizando imágenes del futuro que esperamos. O mirando retrospectivamente desde el futuro soñado. A partir de ahí, generamos pasos prácticos en los que nos podemos involucrar.

En este camino vamos a encontrar voces no solo externas, sino también internas que traten de echar por tierra nuestra visión por irrealizable. Está bien escucharlas y discernir lo que tienen de boicoteadoras y lo que tienen de advertencias sabias por las dificultades que nos señalan. Muchas veces serán lo que Joseph Campbell en su descripción del viaje del héroe denomina “guardianes del umbral”: todo aquello que bloquea nuestro avance en el camino. Persistiendo un poco, los guardianes suelen ceder.

Otro elemento fundamental para ponerse en marcha es construir apoyo a nuestro alrededor. Todo este proceso tiene una parte de aventura individual, pero lo decisivo es crear comunidad de apoyo. Entre otras cosas, porque es en ese espacio donde podemos renovar en entusiasmo y no desfallecer. El grupo, viviendo y celebrando, actuando y dándose cuidado, permite que disfrutemos del viaje, a pesar de las frustraciones que a ciencia cierta han de llegar.
Y esta del disfrute – incluso de lo dionisiaco, podríamos decir- es una pista muy importante. Para no quemarnos y abandonar, es clave seguir la brújula interior de nuestra alegría profunda. Es decir, encontrar aquello que nos mueve a actuar desde el gozo. Aquello que yace en el cruce donde “se encuentran nuestra profunda alegría y la profunda necesidad del mundo”.

Por último nos queda cultivar el poder de la intención. En medio de la incertidumbre, aceptando el “no saber”, aportamos nuestra intención, que está basada en la compasión hacia todos los seres. Esto es algo precioso que debemos atesorar y proteger. Podemos concebirlo como una llama en nuestros corazones y mentes que nos guía y brilla a través de nuestras acciones.

Y hasta aquí nos ha traído la espiral del trabajo que reconecta. Hasta darnos cuenta de que cada uno de nosotros y nosotras tiene algo significativo que ofrecer, una aportación que hacer, en esta situación que enfrentamos como humanidad. “Al aceptar el reto de desempeñar nuestro mejor papel, descubrimos algo precioso que enriquece nuestras vidas al tiempo que contribuye a la curación de nuestro mundo”. ¿Qué es eso tuyo único que puedes y quieres ofrecer?

Miguel GM